Después de una despedida sentida de Amsterdam, ciudad que me encantó, me dispuse a tomar en la estación central el tren a mi siguiente destino: Berlín. Lo tenía pospuesto desde hace años y sólo puedo decir qué equivocada estuve!... porque en los siguientes 5 días realmente me enamoré de esta ciudad que tiene absolutamente de todo: arte, ocio, historia, buenas tiendas, mucho movimiento y también mucho color.
Ese mismo día en la mañana hubo justo un atentado en el aeropuerto y en el metro de Bruselas, donde resultaron más de 30 personas muertas y muchos heridos, por lo que había un poco de tensión en las estaciones y mucha preocupación de los míos en Chile, pero afortunadamente además de lamentarlo mucho, estuvo lejos de entorpecer mi traslado.
El viaje en tren fue tranquilo y agradable, tardó 6 horas e hizo solo una parada en Hannover. Llegué de noche a la ciudad y me trasladé en taxi al hotel Ibis de Postdamer Platz, que resultó todo un acierto por precio y por ubicación, pues se podía ir caminando a casi todos lados y tenía al lado una estación de metro de la línea U y el Mall Berlín, con una completa y surtida tienda Lind ... qué mejor!
Apenas me instalé salí a recorrer el barrio y a buscar algo de comer. No recuerdo que haya sido tan tarde, pero ya estaba todo cerrado y no había mucha gente en la calle, así que solo me dediqué a caminar, curioseando todo y paré a comer en un Vapiano a la orilla de Tiergarten y de regreso un café en el Espresso House de la esquina, que era de lo poco que aún atendía. Estaba todo super iluminado y se sentía muy seguro.
Avancé un par de cuadras y me recibió la mismísima Brandenburger Tor, uno de los grandes iconos de la ciudad, y como buena turista entré a la ciudad por la puerta que recibe a los foráneos desde 1791. Ese día estaba iluminada por los colores de la bandera Belga, honrando a las víctimas de los atentados sucedidos esa misma mañana.
Al día siguiente hice el mismo recorrido, esta vez con luz, partiendo por Postdamer Platz, que comenzaba su movimiento. Ahí mismo, en una orilla se sitúa el testimonio del primer semáforo de Europa, que ha regulado el cruce más movido de la ciudad desde 1924.
Y es que Berlín tiene algo con los semáforos que lo sitúa mucho más allá de ser solo una señal de tránsito y lo erige como otro icono de la ciudad: se trata el Ampelmann, que es el monito de la luz para los peatones, pero que en esta versión que lleva traje y sombrero y que es de lo más cool.
La historia cuenta que ese diseño fue creado y utilizado en Alemania del Este, y que luego de la reunificación para hacer todo más homogéneo desapareció, sustituido por el normal y aburrido... pero la nostalgia hizo campaña y logró que el icono regresara en gloria y majestad en el año 1995, y desde ahí ha ganado una fama enorme, casi como el oso, y tiene hasta tienda temática, siendo uno de los souvenir más clásicos y queridos de la ciudad.
Justo en este sector de Postdamer Platz corría el muro que dividió las dos Alemanias entre 1961 a 1989, por lo que tanto en el suelo está señalado por las placas conmemorativas y también hay vestigios de algunas de sus partes, y una explanada grande situada en el contiguo topografía del Terror.
Es esperanzador como el muro ha ido mutando después de su caída a una cicatriz eterna que es testigo de la historia, que existió y que duele, pero también se abre espacio al futuro y se ha llenado de color como se manifiesta en East side Gallery y en este trozo coloreado por Thierry Noir (que es de mis favoritos) el que se dedicó a pintar el muro en la clandestinidad desde 1984.
Debo reconocer que no me detuve mucho en mi vecina Topografía del Terror, que además de ser un sitio histórico en sí mismo por haber servido de asiento a las oficinas de la Gestapo y SS, tiene varias exposiciones y un centro documental techado, y en su exterior, contiguo a una gran porción del muro que permanece intacto, cuenta una exposición de fotografía, con varias explicaciones sobre lo que solía suceder ahí, y desde donde la muestra obtiene su nombre.
Es esperanzador como el muro ha ido mutando después de su caída a una cicatriz eterna que es testigo de la historia, que existió y que duele, pero también se abre espacio al futuro y se ha llenado de color como se manifiesta en East side Gallery y en este trozo coloreado por Thierry Noir (que es de mis favoritos) el que se dedicó a pintar el muro en la clandestinidad desde 1984.
Avancé unos pasos (literal) y encontré justo en la esquina de la calle Hanna Arendt, que tanto me recordó mis clases de filosofía del derecho, el Monumento memorial del Holocausto, que es impresionante por su entidad, como una cuadra completa, y por su solemnidad.
Este complejo fue inaugurado 2005 y es un conjunto enorme de 2.700 bloques de concreto distintos tamaños y alturas, que han despertado varias interpretaciones respecto a lo que representa cada uno ellos. Tiene un centro de visitas, pero también se recorre, caminando sus pasadizos, con recogimiento y medio con el corazón apretado que yo creo que es el objetivo de una obra que se habita y no solo se contempla.
Y de nuevo me dio la bienvenida la Puerta, a esa hora en plena actividad y en el momento justo para tomarme un café para planear qué haría durante esos días. Hay varias visitas que repetí como Alexanderplatz que me encantó y también Federichstrasse y Unter der Linden, ambas llenas de historia, pero ahora también de lindas tiendas.
En esa mañana también una conmemoración de las víctimas de Bruselas.
Precisamente bajo la puerta empiezan los recorridos de los free tours. Yo otra vez decidí por repetir Sandemans, igual que en Amsterdam y resultó muy entretenido e interesante (https://www.neweuropetours.eu/es/tours-en-berlin/). El guía era un argentino encantador y muy bien documentado que mezcló la historia de anterior al nazismo, ambas guerras mundiales, la guerra fría y el sitio destacado que ocupa hoy Alemania en el mapa europeo de manera muy didáctica.
Caminamos al Check Point Charlie, que fue uno de los pocos puntos de comunicación y paso entre las dos Alemania, y que hoy, como punto turístico presenta varias contradicciones: tiene un McDonalds justo frente a la estrella comunista y el puesto de control de antaño recreado con uniformados del lado soviético y del americano, prestan la gorra para la foto del recuerdo con total banalidad.
En este sector también hay varios lugares para hacer el Trabi Safari, en uno de estos característicos autos de Alemania del este, algunos de ellos, muy decorados, incluyendo uno con las pinturas de Noir.
Seguimos el recorrido hacia Gendarmenmarkt, con sus dos iglesias gemelas y la sede de la sinfónica de Berlín, restaurados todos después de la segunda guerra.
Continuamos el paseo para finalizarlo en el área de la Universidad de Humboldt y la Bebelplatz, tristemente famosa por haber sido escenario de la más grande quema de libros en 1933.
Justo en la explanada y bajo un piso transparente se pueden ver estanterías de libros blancas y vacías y una cita acuñada en el piso impresionante y conmovedora, justo de uno de los autores que ardieron en la pira, Heinrich Heine, que anticipó tanto que daba escalofríos: "ahí donde se queman libros, se terminan quemando también personas"
Despedida de mi guía y entregado su tip, me fui corriendo a la llamada Isla de los Museos o Museumsinsel, declarada Patrimonio de la Humanidad por Unesco en 1999, con mis entradas ya compradas previamente on line (https://shop.smb.museum/) y afortunadamente porque había mucha fila. La idea es comprar el ticket integrado que permite la visita a los 5 museos que alberga la isla, incluso para mí que visité solo 2 resultó más barato que comprar las entradas por separado.
Inicié mi recorrido por al Pergamonmuseum que es la joya más impresionante de la isla, y un sueño cumplido para mi.
No se puede entrar con cartera grande, aunque si con cámara, así que me desabrigué un poco, guardé todo en un casillero y empecé a disfrutar del museo, que en este caso, alberga altares y revestimientos completos, no solo la colección de objetos sueltos como en otros museos; cuando se dice que acá está la Puerta de Ishtar diosa del amor y la guerra de la mismísima Babilonia, del siglo V a.C, pues está ! y completita, con todos sus leones y detalles, lo mismo con la puerta del mercado de Mileto y la fachada de Mushatta de la actual Jordania, que es igualmente impresionante y bella.
La colección es impresionante, está dividida en arte islámico, oriente próximo y una colección clásica, aunque la mayoría de las piezas más impresionantes son las provienen, de la antigua Mesopotamia, Siria e Irán y alrededores y ahí su particular estética.
Hay varias salas impresionantes por su conservación, colorido y acabado de los detalles, considerando especialmente que estamos hablando de muchas piezas de la era pre cristiana. Sólo una sala no se puede fotografiar y tocar y es precisamente una de las más impresionantes: la sala de Aleppo.
Es increíble el colorido y el acabado de los azulejos, brillantes y bien conservados.
La pieza que le da el nombre al museo, el Altar de Pérgamo sin embargo estaba en restauración al tiempo de mi visita, reemplazada por una maqueta virtual que le hacía bastante honor a los detalles.
Vuelvo a insistir que para mí este es un museo imperdible, y me hubiese encantado tener más tiempo para recorrerlo. La tienda de souvenir es fantástica, porque tiene reproducción de casi todo. Me traje el libro, por supuesto, pero un montón de otras lápices y fundas para lentes, todas con la estética turca que me encanta.
Terminada mi visita en Pérgamo me fui al edificio contiguo Neues Museum, mayormente dedicado al antiguo Egipcio, y donde reside la mismísima Nefertiti su más célebre habitante objeto de toda la peregrinación turística y que es impresionante por su belleza e importancia. Para mí vino a completar toda la idea que me había podido hacer previamente en mi visita al Valle de los Reyes en Luxor en 2009, donde supuestamente descansa esta mítica reina.
A pesar de ser el busto de Nefertiti la más querida joya de este museo, el edificio en sí es impresionante, así como la forma en que se encuentran dispuestas las colecciones.
Fue bonita mi parada para comer algo en el mismo museo en el Allegretto Cafe (https://www.museumscafes.de/deutschland/berlin/allegretto-caffe-neues-museum/), porque la comida estaba también inspirada en el oriente, cuyos objetos se representaban en el museo por lo que disfruté de mi té a la menta con hummus y pancito estilo Pita y una ensalada tipo Tabouli, feliz de la vida.
La última parada de la isla fue para visitar la Berliner Dom o Catedral de Berlín, iglesia protestante hermosa y muy solemne, y que también sirve como asiento para el descanso de muchos miembros imperiales.
Otra institución berlinesa que encontré en este sector y por todos lados, incluidos vendedores itinerantes fue el famoso Currywurst, que es un plato con papas fritas y una especie de salchicha con mucho curry. Yo no como carne, así que lo probé sin, para regocijo del vendedor que no podía creer que me perdiera lo mejor del plato, aunque no sabía lo fanática de las papas fritas que soy y aún más con curry con el que quedaban aún más deliciosas.
Desde la Catedral caminé guiada por la Torre de la Televisión, que preside los cielos desde 1969, cuando fue levantada como señal del poderío de la RDA, hacia Alexanderplatz, la otra plaza famosa de la ciudad, aunque esta tenía harto más movimiento que mi vecina.
La plaza en sí misma ha sido testigo de toda la historia de la ciudad de la antigüedad, hasta incluso los hechos que originaron la caída del muro en 1989. Hoy es comercial y turística al máximo, con todo y su estética soviética, especialmente la estación del metro y sus icónicas letras. Uno de sus símbolos es el reloj mundial, que indica la hora de todos los meridianos.
Yo justo pasé semana santa en la ciudad, y como soy ignorante, pensé que ellos no la conmemoraban y dejé un par de compras para el día siguiente, en especial las de la Galería Kaufhof, que es una tienda de departamentos grande y surtida, pero estaba cerrada en viernes santo y entonces me quedé con todas las ganas.
Lo bueno es como celebraban el domingo de resurrección y esta es una fiesta del dulce, había un mercadito lleno de coquetos puestos con las más hermosas delicias de chocolates y paletas de dulce y también panqueques, además de terrazas con cervecita, así que mi visita no fue en vano.
Mi buen amigo Walter me recomendó mucho la visita al Edificio del Reichstag, donde funciona el Parlamento Alemán. Hay que reservar en la web www.bundestag.de/en/ y en realidad es súper interesante. Te reciben en un centro de visitantes, con mucha seguridad y te dan las indicaciones para la visita.
Lo interesante de esta visita, además de estar en el centro político del país, es precisamente el edificio, de corte muy tradicional como en 1894 el año de su construcción, pero coronado por un domo de vidrio, diseñado por Norman Foster (uno de los favoritos de mi amiga Cathy), que baja con un tubo de espejos hacia la sala de debates, para optimizar la luz y la calefacción natural, y convertirlo así en un edificio de energía eficiente.
La terraza permite una vista en 360 a la ciudad, y hacía mucho frió, así que entré al Käfer que funciona ahí mismo, y que tiene unas orquídeas maravillosas en la entrada y ricos pastelitos (aunque un poco caro)
Terminada mi visita aproveché de caminar un poco por Tiergarten, este parque verde y gigante que sirve de asiento a los edificios públicos, y de paseo para los berlineses y turistas.
Otro de los días tomé también en Sandemans, pero esta vez pagado (15 euros), el tour de arte alternativo. Había visto en documentales mucha presencia nacional en el circuito más uderground de la ciudad, en especial desde la caída del muro, por lo que estaba súper interesada en llegar a Tacheles, que fue como la meca del street art y centro cultural auto gestionado... peeeero, estaba ya desmantelado, desde 2012.
Igual paramos y disfrutamos de la historia y de los vestigios que aún quedan, fue una utopía que comenzó como casa okupa y que sirvió de taller para cientos de artistas durante 12 años, luego de los cuales cerró, después de una lucha pacífica de sus defensores, para ser destinado a un hotel. Todo a su alrededor eso sí guiña al arte, al stencil y al grafitti y aunque esté en abandono, sigue comunicando.
Seguimos la caminata, adentrándonos en Mitte, haciendo paradas para reconocer a los grafiteros que nos iba presentando nuestro entretenido guía, hasta que llegamos a uno de mis lugares favoritos del paseo: Clärchens Ballhaus, que es un salón de baile de estética antigua, pero con música moderna encantador y donde se ha bailado incluso durante los periodos más oscuros de la ciudad.
Seguimos la caminata hacia el barrio judío y la calle Rosethalen, donde se encuentran varios edificios de fechadas hermosas conectados por patios interiores muy bonitos, llamados Hackesche Hófe, restaurados post segunda guerra y que hoy sirven de asiento para cafés y tiendas hermosas, en especial el Endellscher Hof, que es el de la foto.
Continuamos la caminata hacia el pasaje vecino Haus Scwarzenberg, otro patio lleno de pinturas, esténciles y stickers, donde hicimos un alto, para hacer varias visitas independientes.
En este lugar se sitúa el Museo de Otto Weidt, donde funcionó un taller de escobas y cepillos y donde se contrataron a varios judíos sordos y ciegos para evitar que fueran a los campos de exterminio y el centro de Ana Frank, que también se puede visitar.
También se ubica el café Cinema, que da la bienvenida y la despedida al pasaje con su estética que tributa a la primera tecnología audiovisual del mundo.
En todo el barrio se pueden encontrar en la calle, varias plaquitas doradas con el nombre de la familia judía que habitó la casa y la fecha en que fue llevada al campo de exterminio y es parte de un proyecto muy grande, dedicado a la memoria.
Desde ahí nos movilizamos en una tranquila caminata, cruzamos el rio Spree, hacia el Yaam, Young african art market (www.yaam.de/) que es un bar de onda africana jamaiquina, donde paramos un rato para conversar y conocer y luego irnos directo al cierre del recorrido.
El East Side Gallery es un conjunto de murales que se pintaron por más de cien artistas en una parte del muro, especialmente reservado para ello y constituye la galería al aire libre más importante del país.
Hay varias piezas bien icónicas, una de Noir y esta de un tradicional Trabi, cruzando el muro desde la Alemania Oriental.
Y esta clásica del beso entre Honecker y Brezhnev.
Me devolví en metro a mis barrios, para visitar Postdamer Platz de noche, pero estaba sorprendentemente tranquila.
Otra visita que hice en bus desde Alexanderplatz, en el bus 100, fue a la zona de Charlottenburg, más lujosa que donde había estado los otros días. La idea era hacer una breve parada en Hard Rock Cafe, para comprar el pin para mi sobrino Tomy y seguir recorriendo los alrededores.
En este barrio se ubica el Bikini Berlin, un centro comercial muy elegante, que estaba cerrado por las fiestas, así que seguí caminando, entre la decoración de semana santa hacia el Kaiser Wilhelm Memorial, también conocida como la Iglesia Rota, o Iglesia del recuerdo, dado que se conservan solo las ruinas que quedaron luego de haber sido bombardeada durante la segunda guerra mundial.
Terminadas todas mis visitas en Berlin, y decidida a volver cada vez que pueda por más, me despedí de la ciudad en la Berlin Hauptbanhof, que además de estación de trenes es una atracción en sí misma, con su espectacular diseño y sus cientos de tiendas, además de todos los osos, los otros iconos de la ciudad, que me despidieron y desearon suerte para mi próximo destino.
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